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Publicado por en Abr 9, 2016 en General | 0 comentarios

Razones por las que no puedes dejar de comer. (la leptina culpable silencioso)

Razones por las que no puedes dejar de comer. (la leptina culpable silencioso)

Por ansiedad, cansancio, o por culpa de un gen.

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Muchos de los pacientes que vienen a mi consulta están inmersos en los quehaceres diarios: empresarios, funcionarios, profesionales de la salud, profesionales del hogar, comerciales… muchos con un gran éxito profesional pero todos tienen algo en común que no consiguen evitar fluctuar en el peso y en los cambios de salud. Salen de casa sin desayunar, come a deshora y delante del ordenador. Cuando llegan a casa, pican compulsivamente, mientras algunos preparan la cena para los niños y después de acostarlos se comen la suya. A veces cuando todos están durmiendo algunos aunque no lo digan asaltan la nevera buscando chocolate u otros manjares.

Según datos de OCDE, la obesidad ha crecido de manera alarmante en los últimos años en nuestro país. Actualmente uno de cada seis adultos españoles y tres de cada seis niños sufre obesidad.

¿cuales son las razones?comidaycancer

Todos nosotros portamos prácticamente los mismos genes que dieron lugar al Homo Sapiens en África hace 180.000 años. Sin embargo hemos acabado con nuestros potenciales depredadores, y todos los adelantos tecnológicos han cambiado de forma drástica nuestro estilo de vida.

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Uno de los principales causantes y que siempre comprobamos en nuestra consulta es la hormona llamada «leptina» una hormona que segregan las células adiposas y que avisa al cerebro que estamos saciados, para que este nos ordene que paremos de comer. Uno de los problemas es que nuestro metabolismo no funciona como nuestra temperatura corporal que el cuerpo autorregula con los mecanismos necesarios para bajarla o subirla con el fin de conservarnos o preservarnos. «Actualmente nuestro balance energético funciona de forma similar que los osos, no compensando las calorías que ingerimos con las que gastamos, sino que se guarda para un futuro en el que supuestamente no habría alimento, o tendríamos carencia del mismo.

En los mamíferos hay una zona de nuestro cerebro, el hipotálamo, que gestiona toda la información -interna y externa- relacionada con la alimentación. Controla desde los niveles hormonales y de nutrientes en sangre, hasta si estamos en reposo, o en una etapa de gasto energético. También tiene en cuenta muchas variables, como en el día que estamos, el año en el que estamos, incluso el ciclo reproductivo.

Hoy tenemos costumbres culturales diferentes de las de entonces. Circunstancias para los que nuestros génes estaban preparados.

Lo más importante es que hoy en día y aunque nosotros desde que somos un embrión nuestro organismo trabaja para alimentarnos y crecer; tenemos multitud de alimentos (muchos de ellos poco saludables) dotados de aspecto, sabor más atractivo que muchas veces nos llaman por sus colores artificiales u olores.  Lo que ha hecho que cambie nuestra relación con la comida. Y muchas veces cuando trato de explicar esto a los más jovenes que acuden a mi consulta no lo entienden; cuando les digo que se coman una naranja de verdad en vez de un zumo envasado, y saben lo que muchos me contestan: «porqué si es más fácil de llevar, tiene mejor sabor, no es tan amargo, y es más fácil de comer».

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Y es que la industria crea alimentos cada vez más apetecibles que nos venden a través de su marketing muy agresivo y a precios cada vez más bajos.

Otro entorno que recientemente se ha descubierto y que yo siempre trato de proteger en todos mis pacientes, reside en los microorganismos (bacterias, hongos, arqueas) que pueblan nuestro intestino, denominado la microbiota intestinal. Y recientemente un estudio de la revista Cell, si entre los bichitos que llevas en tu intestino se encuentra la bacteria Christensenellaceae, no debes preocuparte porque esta te protegerá de un posible aumento de peso. En el año 2009, el equipo del catedrático de la Universidad de Washington investigó que relación había entre nuestro metabolismo y la microbiota. De modo que cogieron dos gemelas con diferente masa corporal e intercambiaron sus microorganismos intestinales. Y llegaron a la conclusión de que la microbiota de personas obesas predispone a la obesidad.

En nuestro organismo está todo conectado; también los intestinos, los microorganismos que allí habitan y nuestro cerebro. Esta conexión es posible gracias al eje microbiota-intestino-cerebro. Así sabemos de lo que sucede en nuestro circuito cerebral del hambre. No nacemos con un intestino estéril, sino que, desde lo que come nuestra madre en el embarazo, pasando por el parto y terminando en la lactancia, todo influye en la composición inicial de nuestra microbiota. Es más se sabe que todas las madres que han tomado antibióticos durante el embarazo, nacidos por cesárea y que no hicieron lactancia materna, tienen más probabilidad de tener obesidad y otras patologías asociadas. Aunque el primer paso para modificar esa microbiota intestinal son los alimentos ricos en probióticos y prebióticos. Y el primer paso seria dejar toda la comida procesada y empezar a comer comida.

pero la culpa de que no puedas parar de comer no es solo de la población de nuestro intestino y de la genética:

Comemos por ansiedad, aburrimiento, rabia, ira, frustración, soledad, indecisión, vacío, culpa. Usamos la comida para gestionar nuestras emociones porque no tenemos o no encontramos otras herramientas.

Y es que si hay algo que la ciencia ha demostrado, es que la comida tiene un fuerte poder calmante. Y según varias investigaciones la ingesta de comidas azucaradas o con mucha grasa activa el mismo circuito cerebral de recompensa y placer que las drogas. Tras comer nuestro cerebro nos premia por el esfuerzo físico realizado para conseguir ese alimento. Lo que pasa es que en la actualidad ese esfuerzo se reduce a abrir el frigorífico o entrar en la aplicación de la pizzería preferida.

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Otro motivo por el que tendemos a comer como respuesta emocional es el aprendizaje. Desde pequeños, cuando un bebé llora, se le da de comer. Algo que cuando somos adultos cuando tenemos una emoción negativa o pasemos un momento malo, debemos comer para sentirnos mejor. Además a menudo tenemos lo que se denomina «hambre virtual», es decir, lo que sentimos cuando nos ponen algo muy apetitoso en el plato y eso desencadena síntomas físicos de hambre.

recordar que hay tres tipos de hambre:
  • cultural: la hora de comer es una de las señales de apetito más poderosas, En nuestro país se celebra todo comiendo, quedamos para picar o tomar algo.
  • estomacal: Cuando llevamos más de dos horas de ayuno, nuestro cuerpo segrega una hormona, la grelina, que avisa a nuestro hipotálamo de que es hora de comer.
  • emergencia: es el último sistema de alarma. Se produce cuando los niveles de glucosa, el combustible más importante de nuestro organismo (cerebro y globulos rojos dependen de el) está bajo mínimo.

razones por las que no puedes parar:

  1. Estas medicado: algunos antidepresivos, corticoides e incluso antihistamínicos, estimulan el apetito. Lo mismo ocurre con la marihuana, demostrado por la universidad de Yale que nos provoca más hambre. la razón es porque desinhibe las neuronas involucradas normalmente en la supresión del apetito.
  2. No duermes bien. Cuando no descasamos bien de forma adecuada, los niveles de grelina en sangre suben, lo que aumenta las ganas de ingerir carbohidratos y otros alimentos calóricos. Además un estudio reciente de la universidad de Chicago la pérdida de sueño nos hace más vulnerables ante la tentación de comer galletas, dulces y papas fritas después de haber comido.
  3. Te has comido un dónut.  Cualquier alimento rico en carbohidratos simples, como las galletas, los dónuts y la bollería industrial en general, producen un pico de insulina que neutraliza el azúcar en sangre y baja nuestros niveles de glucosa. Al detectarlo enseguida, el cuerpo que necesita glucosa para funcionar demanda alimentos muy ricos en azúcares y grasas.
  4. Tienes estrés. Cuando estamos estresados, nuestras glándulas suprarrenales segregan cortisol ( mi hormona favorita), una sustancia que estimula producción de insulina. Algo que, si sucede de manera prolongada, produce aumento de peso. Además, el cortisol hace que retengamos más líquidos y reprime la actividad de la TSH. La hormona que estimula el tiroides. Lo que nos puede producir un hipotirodismo que nos haga engordar.mujer y dieta
  5. Desayunas mal. La primera comida del día debe incluir el 25% del valor energético total diario, aproximadamente. Lo conveniente es incluir alimentos saciantes, como proteínas e hidratos de carbono. Así tendrás menos bajada de los niveles de glucosa, lo que evitará que comas mal en la siguiente ingesta.
  6. Ves demasiado comida que te atrae. Un plato de lasaña muy bonito, una hamburguesa enorme, al mirarla te entra hambre?. Pues si, ver comida y si encima es apetecible despierta nuestro apetito.
  7. Portas el gen del hambre. Se llama gen FTO. que porta uno de cada seis individuos y que hace que los niveles de grelina (la hormona que se dispara con el hambre) siga alta a pesar de haber comido. El gen actúa modificando el apetito, de manera que quienes tienen la variante de alto riesgo del FTO presentan menos probabilidades de que se inhiba su apetito después de comer, sea la cantidad que sea.
  8. Comes muy deprisa. Desde que comemos hasta que nuestro cerebro recibe la información de lo que hemos hecho y que estamos saciados pasan unos 20 minutos. Además según un estudio de la universidad de Atenas comer deprisa reduce la segregación de unas hormonas en el intestino (GLP1 y PYY) que provocan la sensación de estar lleno. Algo que explica como las tasas de obesidad en la población se están incrementando por el ritmo de vida que se lleva.
  9. Has bebido alcohol. Un estudio publicado, alega que es más probable que consumamos alimentos ricos en calorías después de haber bebido alcohol. La razón está en que el alcohol te deshidrata y haces que confundas el hambre con la sed. Además que en otro estudio la exposición al alcohol  aumenta las necesidades de nuestro cerebro a los alimentos como los olores, haciendo que comamos comida basura.

 

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