¿PORQUÉ ENGORDAMOS?
Aunque son muchos los factores que pueden incidir en el sobrepeso y la obesidad, la mayoría de las personas engordamos fundamentalmente por dos razones: comemos mayor cantidad de alimentos de los que necesitamos y gozamos de un ritmo de vida que nos impide quemar ese exceso a través de la actividad física. Además, hay una serie de hábitos de vida que hacen que sea más fácil ganar kilos y también dificultan cualquier intento de desprenderse de ellos.
EL BALANCE ENERGÉTICO
¿Por qué ganamos peso? La respuesta simple y llana a esta pregunta sería: porque consumimos más calorías de las que quemamos; es decir, porque comemos más de la cuenta. Sin embargo, ganar peso es un proceso mucho más complejo en el que interviene un amplio repertorio de factores. El término de partida para determinar por qué se produce el aumento de peso es el balance energético de cada persona, que depende de su ingesta y de gasto energético. Los desequilibrios en este balance se traducen en un aumento de peso (generalmente en forma de acúmulos de grasa) o, por el contrario, en una disminución del peso corporal.
¿Cómo determinar cuántas calorías se deberían consumir para mantenerse en el peso adecuado? Un buen recurso es lo que los expertos denominan Requerimiento Energético Estimado (REE), esto es, la ingesta dietética de energía necesaria para mantener el balance energético en adultos sanos de una determinada edad, sexo, talla y nivel de actividad física, coherente con un buen estado de salud.
HORMONAS, BACTERIAS Y OTROS FACTORES
Hay una serie de procesos fisiológicos que pueden propiciar el aumento o la pérdida de peso y en los que juegan un papel determinante muchas hormonas.
También se dan otros factores fisiológicos que pueden estar relacionados con la mayor o menor facilidad para engordar. Por ejemplo, se sabe que diferentes tipos de microorganismos alojados en el intestino llegan a influir en la obesidad. Según una investigación realizada en el Instituto de Ciencias del Genoma de la Universidad de Maryland (EE.UU.), la presencia de algunas bacterias intestinales, debido a la herencia genética, puede explicar por qué unas personas, comiendo una cantidad de alimentos adecuada, tienen más tendencia a engordar. Otras investigaciones también han encontrado relación entre la flora bacteriana y una mayor predisposición del organismo a almacenar grasa.
CÓMO INFLUYE EL SUEÑO
Por otro lado, determinados estilos de vida pueden propiciar que ganemos peso. En los últimos tiempos se han llevado a cabo varios estudios que han puesto de manifiesto cómo el hecho de dormir menos horas de las necesarias está directamente relacionado con el sobrepeso.
Así, recientemente, investigadores de la Universidad norteamericana de Columbia descubrieron que las personas de peso normal comen más si duermen menos, conclusión a la que llegaron tras someter a 13 hombres y 13 mujeres a un estudio en el que se observaron sus hábitos alimentarios mientras aquellos pasaban seis días durmiendo tan solo cuatro horas por la noche y luego otros seis en los que las horas de sueño nocturno fueron nueve (y a la inversa). Los científicos constataron que los adultos privados de sueño consumían de promedio unas 300 calorías más al día, las cuales procedían fundamentalmente de la grasa saturada.
Dicho estado también corroboró que la falta de sueño afectaba más a la dieta femenina: las mujeres participantes en el estudio ingerían de promedio 329 calorías más al día, frente a las 263 que consumían los hombres. Los resultados de este estudio vienen a corroborar lo que ya habían apuntado investigaciones anteriores, según las cuales, dormir poco o mal aumenta entre un 40% y un 50% el riesgo de sobrepeso y obesidad.
LA IMPORTANCIA DE UNOS HÁBITOS ESTABLES
También hay evidencias de que recuperar esta falta de sueño durante el día (en la siesta) no reduce este impacto negativo y, también, que la relación entre carencia de sueño y obesidad es más marcada en niños, jóvenes y adultos de mediana edad. La razón parece estar en los niveles de hormonas asociados al apetito y la saciedad, especialmente de grelina y Leptina, los cuales, si se ven alterados, afectan al patrón del hambre incitándonos no solo a comer más, sino también a consumir aquellos alimentos que resultan más calóricos.
Por último, y al hilo de la incidencia de los hábitos de vida en la ganancia o pérdida de peso, todos los especialistas coinciden en remarcar la importancia de seguir unos ritmos de comida lo más estables posible (lo ideal es hacer cinco comidas al día), ya que está demostrado que comer a deshora, de forma desordenada e incluso saltarse alguna comida se traduce en un aumento de peso.
¿QUÉ ES EL “SET POINT”? Numerosos estudios han demostrado que en una zona cerebral, el hipotálamo, existe un centro regulador del peso –conocido como “set point”- que ajusta el peso de cada persona, permitiendo su estabilización cuando la ingesta de alimentos se realiza a demanda, lo que favorece que tendamos a mantenernos en un determinado peso. |
ESTRÉS Y KILOS: HAY RELACIÓN Hay personas a las que, cuando están agobiadas, ansiosas o preocupadas, se les cierra literalmente el estómago. Pero hay muchas más a las que los niveles elevados de estrés les pasan factura en forma de hábitos alimenticios compulsivos que las llevan a comer de forma desmesurada y a ganar peso. De hecho, el estrés mal gestionado es uno de los desencadenantes de lo que se conoce como síndrome del comedor compulsivo. En una reciente investigación publicada en la revista Obesity se constató que las personas que tienen unos niveles más bajos de estrés presentan dos claras ventajas cuando se trata de adelgazar: por un lado, les resulta más fácil introducir cambios en su estilo de vida que desemboquen en la pérdida de kilos y, por otro, el hecho de perder kilos con facilidad se convierte, en sí mismo, en un factor desestresante, mejorando el estado de ánimo y la predisposición a adoptar un estilo de vida saludable que a la larga se traduce en el mantenimiento del peso conseguido. |